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9 noviembre 2011 3 09 /11 /noviembre /2011 17:02

A veces, cuando no tienes la cabeza donde la tienes que tener porque el corazón manda, me impongo una serie de condiciones para ir encauzando esa mente que se encuentra vaya usted a saber dónde. Una de esas condiciones es el aspecto, de forma que, procuro que sea lo más agradable posible a mi vista y, a la vez, sentirme cómoda.

Asi pues, hoy, ha sido elegido un vestido vaporoso, de caída importante pero dinámica simpática al compás de un buen par de botas de tacón, por aquello de conseguir una altura deseada de manera natural pero que me fue negada geneticamente hablando.

De camino a mi cita de trabajo, me he visto en la obligación de dejar el coche justo en el lado opuesto al sitio en que había quedado, con un par de carriles tremendamente transitados en ambos sentidos. No es que sea una temeraria normalmente, pero tampoco he visto un paso de cebra cerca, asi que he esperado a que dejaran de pasar coches para atravesar por un lugar indebido, lo cual me ha provisto de unos minutos de reflexión (ya veis, una reflexiona en cualquier sitio). Y con mi maletín en ristre y sopesando las posibilidades de pasar en cualquier instante, una pregunta me ha asaltado así, sin llamar...¿y si se me acaba la imaginación?, ¿y si algún día no tengo nada que contar porque la fuente, al contrario de lo que yo creía, no era inagotable?, ¿y si pierdo la capacidad (mucha o poca, tampoco me he parado a medirla) de comunicar lo que me quema las entrañas a diario, por muy tonto que sea?, ¿y si quiero pero no puedo?, ¿y si busco una historia y no la encuentro?, ¿y si la creatividad hace eco en mi interior por encontrarme vacía?...el bandazo de alguno que rebasaba el límite de velocidad establecido para la calle en sí, me ha sacado del angustioso momento en el que me estaba sumiendo y, de paso, me ha recordado que los días de viento, una no puede salir a la calle con su peor enemigo: el vestido vaporoso. Porque si, soy rubia; si, soy bajita y si, cuando me pongo, soy teatrera...pero no, no soy Marilyn y no, no estoy a las órdenes de Billy Wilder, ni necesito rememorar aquella mítica y famosa escena de La tentación vive arriba...recompuesta y con un precioso y espontáneo traje de vergüenza, me he precipitado a atravesar la calle sin la menor intención de mirar en ningún sentido (más que en el de los coches); las risitas a mis espaldas de algunos transeuntes ya me han parecido lo suficientemente indicativas de mi puesta en escena sin querer...por ahora, seguimos teniendo carrete para rato.

Feliz tarde, lluviosa (claro, Otoño) pero bonita.

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8 noviembre 2011 2 08 /11 /noviembre /2011 18:57

Creeís en el aura?, en esa especie de atmósfera que hay personas que la tienen tremendamente acentuada y que, a su paso, te embarga, te arrastra, te hipnotiza?, cuántas auras conocéis?, tenéis?, tengo?...alguien, un día de resaca sentimental, me dijo que había leído una frase hermosísima de la que me he acordado según visualizaba a mi querida Selene allá arriba, hermosa y bella como ninguna: "no llores porque terminó, sonríe porque ocurrió"...y, sonriendo, mi aura y yo, hoy dejamos que otros os lo canten, que para eso son unos maestros en esas artes y, por supuesto, no dejéis de admirar el foco natural de esta noche que, aún con todas las nubes que le rodean, es una visión inigualable.

 

 

http://www.youtube.com/watch?v=tt8d3Shlfrg

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7 noviembre 2011 1 07 /11 /noviembre /2011 16:27

Se puede visualizar la ilusión en sus ojos, a pesar de contar ya con esa vergüenza característica de la edad en la que va a entrar, pero aún asi, su máxima pasión consigue que sonría levemente antes de comenzar el encuentro.

Hace frío pero Dani, apuesto, a que siente el calor de la expectación ante el subsiguiente partido su equipo, el que logra que sueñe muchas noches e, incluso, muchos días aunque se encuentre totalmente despierto. Es sencillo, un balón y una canasta, la cuestión no es otra que encestar ese balón cuantas más veces, mejor y, a ser posible, muchas más veces que el equipo contrario. De uno, de dos, de tres, lo que sea pero con el marcador favorable. Dani observa la cancha en la que se han logrado gestas increibles pero que él, a su corta edad, aún no tiene en consideración. Los demás tampoco es que tengamos una memoria histórica tremenda, pero sí recordamos la última vez que estuvimos allí, Dani ni siquiera había nacido.

Se fija en sus blancos perfectos, a los que le gustaría parecerse y por los que, es posible, entrene muchas tardes porque la inocencia de un niño vestida con el traje de sus ídolos es absolutamente tierna.

Se va llenando poco a poco el pabellón en aquella tarde de domingo en la que a Dani se le iluminan los ojos, parte por los focos que centellean a ritmo de las últimas novedades de música dance y parte por la ilusión de estar allí aquella jornada.

Se remueve en su asiento precisamente cuando las novedades de música dance dan paso a cierta banda sonora de cierta película mítica, los Ojos del Tigre hacen que a Dani se le revelen las entrañas cuando el speaker dice el nombre de su jugador preferido que, corriendo por el pasillo humano que han formado sus compañeros, se dispone a deleitarle...porque haga lo que haga el número 5, a Dani le va a parecer fantástico, benditos pequeños fanáticos.

Salta, se muerde las uñas, mira el marcador, levanta los brazos porque no entró, increpa al árbitro que nunca pita a su favor, mira a los espontáneos que insultan a sus protegidos, se come un bocata delicioso y necesario para seguir creciendo y hacerse tan grande como ellos, se toca el pelo, se ajusta la sudadera, mira al equipo rival, sonríe a su madre, mueve las piernas cuando botan para el tiro libre, se enfada en las faltas personales pero, sobre todo, Dani sueña y sueña muy bonito...tanto que, cuando termina el encuentro, de vuelta a casa, hace sus cábalas para saber cuando tendrá un mínimo de autonomía y, de ese modo, hacerse socio de su equipo (hace las cuentas para ver si tiene suficiente con su paga) e ir a ver todos los partidos que se jueguen en el pabellón de sus aspiraciones...y mientras, Elena, que comparte con Dani decena de edad pero, ni con mucho, afición, tras el descanso se sorprende porque "han cambiado de portería", el número 20 tampoco le parece tan bueno (aunque algunas pretendamos vendérselo con entusiasmo) y los bostezos hacen mella en su ánimo y corroboran su aburrimiento. Se hace una rosquita y se medio duerme con el calorcito del público (que también entró en estado de catársis en algún momento).

A Marina, la tercera en discordia, la más mayor de los tres, lo único que le importa no se encuentra ni en la cancha, ni en el banquillo, está justo debajo de ella y, con tan sólo echar una ojeada, como si ganan los unos o los otros, no se casa con nadie, solamente se casaría con él.

El resto, cada uno a lo suyo, que para eso tenemos más mundo interior que los niños aunque, no es menos cierto que anhelas, de vez en cuando, menos espacio para determinados sentimientos, sensaciones y demás mermas personales...que no tengan mucha prisa por crecer, aún tienen que tirar muchas veces para encestar en la vida.

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5 noviembre 2011 6 05 /11 /noviembre /2011 16:14

- ¿Pero tú no habías dejado de fumar?-.

- Si...-.

- Y, entonces, ¿QUÉ HACES FUMANDO?-.

- Las recaídas son parte del proceso de rehabilitación...-.

Y, así, se despachó un compañero mío, justificando ese cigarrillo que, infructuosamente, se estaba fumando a escondidas. Lo cierto es que la sonrisa que me regaló, fruto de su sorpresa ante mi descubrimiento y del placer que el tabaco le estaba regalando, me hizo pensar, de manera fugaz, que no estaba tan mal eso de las recaídas.

De hecho, esa frase se me quedó grabada para posteriores desastres personales que, para mi desgracia, son más frecuentes de lo que me gustaría.

Parece el argumento perfecto para no sentirte tan mal cuando las cosas no salen como a ti te encantaría o como las habías programado antes de que sucedan. Bien es cierto que la frase y su significado, entraman cierta cobardía, es como dejarse vencer o bajar los brazos ante los retos que te impones, pero, ¿qué daño hace ser un poquito "gallinita"?, si, acaso, te hace daño a ti mismo, que has de asumir que no vas a llegar...pero si esa cobardía, ese pequeño paso atrás, esa nueva toma de sensaciones va acompañada de nuevos intentos, no logro entender por qué, a veces, nos lapidamos por no ser todo lo incorregibles que nos habíamos propuesto.

Yo, en aquel momento, bauticé aquella afirmación como la "reflexión colchón". Es decir, ese cojín en el que, en ocasiones, te echas a descansar cuando te fallan las fuerzas, cuando la meta es inalcanzable en ese instante, cuando tienes que interiorizar tu propia incapacidad, cuando da la cara ese imposible que te quita las ganas de seguir...te echas, reposas unos minutos (entendiendo esos minutos como una unidad de tiempo atemporal...que complicada me vuelvo a veces!!!!!) y retomas la lucha, eso si, con energías renovadas y, sobre todo, con humildad...porque, la conclusión de las recaídas es conseguir la humildad suficiente para saber que eres un ser humano que se confunde, que comete errores todos los días, que aprende ilimitadamente de este tipo de situaciones y que se reajusta el cuerpo para darle nuevas salidas, alternativas, atajos que, sin ser trampas, logran que te acerques a ese ideal, a ese sueño...voy a ver si me caliento una tacita de humildad en esta fría tarde de otoño y, por supuesto, suerte a todos aquellos que se estén rehabilitando de lo que sea; si hay recaídas, vamos por buen camino si éstas se traducen en pequeños empujoncitos de moral, aunque suene contradictorio.

Feliz sábado.

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4 noviembre 2011 5 04 /11 /noviembre /2011 20:35

La cara de sorpresa al abrir la puerta denota el cariño incipiente de quien entiende que vamos a pasar un buen rato en grata compañía. Dentro, el calor del hogar en estos primeros fríos que ponen en marcha la maquinaria para que esas paredes, ahogadas de bochorno no hace mucho, empiecen a coger temperatura para acogerte en el otoño y duro invierno que viene enseguida.

Un café, descafeinado, por favor, calentito, revitalizante, con ese olor que, a las cafeteras (sin acritud), nos encanta; no hay nada como abrazar con las manos heladas una cálida taza de café.

Un dulce para acompañar a la excitante bebida que, a la vez, sirve de excusa para darse ese pequeño capricho calórico a colación de una buena noticia...aunque soy de la opinión que sólo con levantarnos por la mañana, tendríamos motivo más que suficiente para celebrar algo (con sol ya ni te cuento!!!!).

Entramos en un baile agradable de conversaciones dispares, conociéndonos poco a poco, con la predisposición de reirnos, de compartir, de charlar airadamente, sin problema, de opinar, mientras damos buena cuenta de la pieza pastelera con la que hoy, nos damos ese homenaje. El vaivén de la complicidad mezclado con ligeros mordiscos de hojaldre, disertaciones acerca de la propia vida entre sorbo y sorbo de café, el desahogo de quien ha sufrido enfrentado al sufrimiento de quien lo ha padecido, la solidaridad de quien sabe de qué va el tema y que permanece en silencio permitiendo la disertación curativa del esfuerzo, su mirada cálida, maternal, infinitamente amorosa de quien desea lo mejor; otra mirada tranquila, observando las novedades; otra cansada, agotada de tanta tensión acumulada y la última chispeante, expectante, hiperactiva. Mezcla nada explosiva, las piezas se van acoplando al son de la caída del día, las palabras fluyen rápidas, risueñas; amor concentrado en torno a una mesa, cariño desmedido y desinteresado, paz, en definitiva; cachitos de tiempo que rellenan aquellos que han sido hostiles en la jornada; que enmascaran todo aquello que te ha podido molestar horas atrás...vale la pena celebrar lo que sea con tal de conseguir la sonrisa colgante de quien tiene el honor de tomar este tipo de café...descafeinado, por favor, que quiero soñar...o, mejor, que quiero seguir soñando.

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3 noviembre 2011 4 03 /11 /noviembre /2011 20:13

Como tantas veces había hecho de niño, se volvió a enfundar sus botas Nike Air Jordan, las mejores para jugar al baloncesto pues permitían saltos extraordinarios. Miró como brillaban lustrosas y recordó tardes de gloria, de ascensión meteórica al Olimpo de los Dioses de la canasta. Alzó la mirada y, por un instante, maldijo a los amantes den sentido contrario; el suyo, en concreto, le regaló una galera de paseo para toda la vida. Espantó la angustia y bajó la rampa de acceso a la cancha a golpe de bíceps. Gran ovación. Luces. Marcador a punto. Hoy comienza la competición y, con ella, sueños renovados.

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2 noviembre 2011 3 02 /11 /noviembre /2011 18:31

"¿Qué hora sería?", pensó mientras tanteaba con el pie hasta el borde de la cama buscando una temperatura diferente a la creada bajo el manto de plumas que la protegía del frío, activando su circulación dormida por la posición horizontal adoptada unas cinco horas antes.

Suspiró al tiempo que abría los ojos con desdén y muy pocas ganas esa mañana de resaca sentimental. Procuró averiguar la hora aproximada a juzgar por la luz que se colaba generosa por las escasas rendijas que mostraba la persina, pero nunca había sido buena con ese tipo de planteamientos espacio-tiempo.

Dudó si salir del cobijo creado por su edredón y ese estado febril que arrastraba desde el día anterior o quedarse un poco más disfrutando de aquella jornada inesperada sin despertador.

Su mente comenzó a cavilar entre las opciones posibles, poniendo en marcha el engranaje neuronal necesario para tomar una de las dos posibilidades existentes y en cuando se dio cuenta que ninguna le satisfacía, mientras jugueteaba con los dedos de los pies limitando el borde del colchón.

Pesaba una bruma densa en su cabeza, no sabía muy bien si por las pocas horas de sueño o la velocidad con la comenzaban a agolparse los recuerdos en su cabeza, cada vez más nítidos, más clarividentes. Se estremeció.

Recorrió la habitación con la mirada en un gesto instintivo de encontrar algo diferente, era una de sus manías más curiosas, buscar algo diferente e investigar sobre ello. Eso era lo que más le gustaba, los indicios, hecho que llevó a buen puerto dedicando todos sus esfuerzos a materializar esa obsesión y, así, se hizo policía.

Siempre supo que aquella era su vocación y la baturaleza o la genética, ayudó bastante a la consecución de esa meta pues podía asentir orgullosa que poseía una intuición difícil de explicar y efectiva como pocas, aquello del "sexto sentido".

Su paso por la academia de formación la encumbró de inmediato a la adquisión de responsabilidades impropias ara una novata, se defendió desde el principio contra los ataques de una jerarquía eminentemente masculina y que intentó hacerle la vida imposible a veces. Y es que junto a su intuición, se hallaba una fuerza sobrehumana para levantarse cuando le asestaban algún golpe.

Llevaba a cabo una carrera meteórica no ausente de elogios y palmadas en la espalda, aunque lo que más le satisfacía era la resolución de casos complicados, de ahí su aterrizaje en el departamento de homicidios donde mandaba, con ligereza, carpetas al archivo de "casos cerrados". Ahí se retroalimentaba de nuevo y renovaba la confianza perdida en esas investigaciones eternas que, en ocasiones se le atragantaban.

La última, sin ir más lejos, podría decirse, sin duda, que se le había ido de las manos, poco habitual.

Y eso era, precisamente, lo que le conmovió, si tenía pocas ganas de salir de su cueva particular, la sorpresa de una confesión y la incapacidad para materializarla según los cauces normales, la sobrecogieron.

Tenía uns tremenda experiencia laboral, unna habilidad innata que le confería seguridad, siempre tennía la impresión de que pocas cosas en esta vida le iban a sorprender.

Pasillo de lácteos del supermercado. Sentía una debilidad especial por los yogures, le encantaba observar las novedades en ese mundo y conocía a la perfección todos los formatos posibles, líquidos y cremosos, con o sin trocitos de fruta, cereales, frutos secos; desnatados o insultantes para dietas de adelgazamiento; enriquecidos o naturales, los de toda la vida, aquellos a los que echabas una generosa cucharada de azúcar que nunca se deshacía completamente, lo cual te permitía masticar los granitos rebeldes.

Tomó un envase novedoso y se topó con su mirada desde la zona de congelados, muy visitada por ella, central de sus reservas comestibles.

Era penetrante, posesiva, desafiante y tras unos segundos en los que creyó que habían pasado minutos, se centró en las nuevas unidades de yogur líquido que contaban con unos extraños sabores tropicales. La siguiente vez que se encontró con aquellos ojos, los tenía justo delante.

- ¿Te conozco?-.

- Lo dudo...-.

Y así, se puede decir que comenzaron los meses más felices de su vida. No era aficionada a las relaciones sentimentales, de hecho, eran demasiados los fracasos en su curriculum y muchos menos los momentos de sufrimiento por ellos. No es que fuera fría, es que no sabía amar gracias a la falta de tiempo, a la atención en su trabajo y a una infancia plagada de presiones y tensiones.

Sin embargo, aquel hombre había decidido rescatarla del naufragio sentimental crónico en el que se veía inmersa. Y lo único que hizo fue escucharla, entenderla y dejarla avanzar como buenamente quisiera, sin pedir explicaciones aunque las necesitara, sin obligarla a cosas que ella no estaba dispuesta a llevar a cabo o reforzándola en aquellas en las que se sentía fuerte. Pura psicología...pero psicología helada en realidad.

Al principio todo se le hacía un mundo. Andar por terrenos antiguamente fanganosos y que ahora se fueran solidificando poco a poco bajo sus pies, no dejaba de proveerle confianza y una sonrisa a diario.

Hacer lo habitual pero en este caso acompañada, cada vez le parecía menos raro y llegar incluso a desear esa compañía, ya le pareció de otro planeta.

El único punto negativo, por llamarlo de alguna forma, que tenían era a la hora de dar la cara como pareja. Es cierto que a ella aquello le causaba pavor, pero se había acostumbrado tanto a él que no le pareció muy descabellado cuando surgía la ocasión de asistir a algún evento, hacerlo con él. Pero, al igual que él procuró hacerla feliz en cada momento, le cambiaba el caracter cuando se planteaban este tipo de oportunidades que sólo se produjeron en presencia de algunos amigos suyos, nunca del entorno de ella.

Tampoco le dio demasiada importancia, la vida era bella a su lado e, incluso, en el trabajo le parecía todo mucho más claro, hasta aquel caso que tenían entre manos que no lograba descifrar y que, en otros momentos de su vida, hubiese llegado hasta enfermar tanto por la trama como el perfil del presunto asesino; aquello le hubiese obsesionado y, sin embargo, ahora, no se le aceleraban las pulsaciones, no sentía una rabia patológica y si se sentaba a hilar pruebas, indicios, noticias, informaciones pero desde la calma, la calma del amor, paradójico.

Un buen día, mientras veían una de esas series de televisión que tanto les gustaban, sonó el timbre de la puerta. Era rara la hora, pero mucho más la insistencia. Se asomó a la mirilla de la puerta y comprobó que era uno de sus compañeros, Mario, con el que mantenía mejor relación laboral desde que la sentimental fuera un desastre.

Abrió y tras un par de minutos de cuchicheos de tensión creciente, se le heló el corazón, palideció y sintió debilidad al punto de casi desvanecerse.

Mario intuyó cambios y consolidó su teoría de que ella teníe el corazón ocupado, ante las negativas sonrientes de su camarada. Fue por casualidad, pero los vio juntos paseando por las inmediaciones de sus respectivas casas, vivían muy cerca el uno del otro.

Hacía tiempo que no la amaba, pero la quería con locura y, lo que vio sin querer, hizo que, además de quererla, tuviera que protegerla. Ese punto de intuición se confirmó tan pronto como pudo acceder a ciertos archivos confidenciales.

Ella no cerró la puerta del todo y agradeció la complicidad adquirida en estos meses de enamoramiento voraz pues no tuvo más que aparecer frente a él y mirarle como había hecho meses antes desde el pasillo de lácteos.

Nunca sufrió un dolor tan inmenso, creía que mientras se sentaba, pues las piernas no le sostenían el cuerpo, se estaba muriendo por dentro agónica y lentamente.

Ella, imperturbable, infranqueable, pertinaz y eficaz; ella con su alabada y glorificada intuición, ella con galones de efectividad, de luz en las sombras; ella, precisamente ella, entre el llanto sin lágrimas y el miserable descenso al reino de la apatía y depresión, se hacía a misma martilleante pregunta una y otra vez, apaleando su alma, ¿cómo era posible que se hubiese enamorado de un asesino?.

El sinod de las esposas de Mario concluyó con su consciencia a medida que se acercaba a la cama testigo de todo lo contrario que ahora, fantasma, llevaba colgado del ánimo.

Se incorporó definitivamente...¿pesadilla o realidad?.

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1 noviembre 2011 2 01 /11 /noviembre /2011 12:53

Algo atesora otro algo que no sé muy bien cómo definir. Tras varias horas en las que no consigo saber qué me ocurre, la angustia me atenaza, me ahoga como esa soga que con su nudo corredizo, va avanzando sobre sí misma y sobre tu piel.

Miro al techo como si en ese firmamento de cemento o del material que sea, estuviera resuelta la cuestión. Suspiro en un intento por rellenar los espacios que en mis pulmones, aceleran la hiperventilación, espacios que debería ocupar el oxígeno pero que por causas que aún desconozco, no lo hace.

Me repliego, me encojo, me hago una rosca, coloco la melena, saco los brazos, los vuelvo a meter, todo ello con la ayuda inestimable de mi amigo de plumas, amigo extranjero (viene de países nórdicos).  

Intento cerrar los ojos sabiendo que eso no va a ser suficiente para caer de nuevo en mi ansiado estado de inconsciencia, ese que te provee el sueño reparador.

Vuelvo a respirar profundo, adoptando una posición más cómoda para mis músculos que comienzan a ir por libre y ya empiezan a despertarse...curioso despertar tienen pues parece que tienen vida propia y tiran de ti aunque te resistas "ya es la hora, hermosura", parece que me susurran cuando o me levanto y nos ponemos en funcionamiento (desde el día anterior parece que me han escuchado pensar en ir a correr) o harán todo lo posible para que no encuentre la comodidad que se suele alojar entre las sábanas. Juego un poco con el pie dibujando circulitos en el borde del colchón, pero nada, no hay tregua...y ese pesar sin identificar.

Salimos a trotar un poquito. Hoy es un día sorprendente porque, a pesar de la previsión de lluvias (comprobada en varias webs y televisión), luce un sol que, en principio, motiva cantidad a las amantes del mismo. Observo mientras acompaso mis pasos a mi respiración que estoy rodeada de nubes negras que no tardarán en descargar, pero da la impresión que me están dejando realizar esa actividad con las condiciones (mis condiciones) idóneas para llevarla a cabo...que lujo!!!!, y, de antemano, gracias.

Termino y mientras tomo esa ducha es-pec-ta-cu-lar, sigo inquieta. Ni el trote, ni la visualización de la que va a caer pero que aún no lo ha hecho, ni el hecho de ser un día de fiesta, me calman...

Me siento, me sacudo el pelo, me abrigo, me pongo a leer y...de pronto, mis dudas se despejan, así, sin avisar, con una sacudida que, por un lado me agrada porque ya no tengo dilemas pero por otro me asusta porque, ¿y si estoy enferma?...¿enferma?...no, enferma no, simplemente llevaba días en los que no os contaba "mis tonterías" y, podemos decir que acabo de sufrir mi primer síndrome de abstinencia literario, bloguero, marujil o llamemoslo "x"...aaaaaaaaaaaaaaaaaaaay, que echaba de menos mis letritas moradas con ustedes (los que sean, los de mis cuentos, los de mi cabecita) en mente...gracias por el enganche y, sobre todo, feliz estreno del penúltimo mes del año.

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27 octubre 2011 4 27 /10 /octubre /2011 16:24

Hoy he tenido un ataque de amistad...vienen dos invitados más hoy a desayunar, asi que he de poner dos tacitas más en la cafetera. Hace meses se nos rompió la jarra original y ahora, el contenedor de café recién hecho es una taza, con lo cual, si tengo que hacer más cantidad, tengo que hacer el café en dos tandas para que no rebose y se desparrame por la mesa.

Dos periódicos de prensa gratuita como todas las mañanas. No sé por qué siempre leo uno y dejo el otro para después (debe ser que me parece visualmente más ameno y expectante)...hablamos de aquello, de lo otro y de lo de más allá mientras damos buena cuenta de unos dulces y del frío reinante desde hace una semana en la oficina; no sabéis hasta qué punto es incómodo trabajar con el abrigo puesto.

Me lío, salgo, voy, vuelvo, entro, dejo las llaves del coche, me quito el abrigo (la calefacción del coche a tope ya me ha entonado sobremanera), dejo el bolso, cojo una coca-cola light, voy al baño, suena el teléfono, lo cojo, nada importante, hago una fotocopia, informo al programa de ordenador de lo que he hecho esta mañana para que lo tenga en cuenta a efectos de posteriores evaluaciones de mi eficacia, guardo el expediente en su sitio, tacho esa tarea menos de aqui a final de año, miro el correo serio, el menos serio, apunto una cosita en la agenda, abro la coca-cola light, cojo un chupa-chups y...abro el segundo ejemplar de prensa que había dejado para ese momento.

Tampoco difiere mucho de lo que dice el primero (normal, las noticias son las mismas!!!!) y paso las hojas con cierta desgana (el bajón de adrenalina también contribuye a mi apatía). Cuando, de pronto, me quedo muerta, literalmente muerta...un golpe intuitivo me ha llevado a detenerme en la sección "relato corto" y, con tan solo leer la primera frase...me ha dado un vuelco el corazón: allí publicado, aún con el nombre confundido, estaba el relato de una muy buena amiga mía y, si, he podido sentir lo que sentía la madre de la artista porque, de pronto y sin anestesia, he sentido un ataque de amistad, un brote de orgullo que me es muy difícil explicar porque me ha paralizado por unos minutos, con la sonrisa congelada y las pulsaciones alteradas.

Cuando he logrado salir del estado de catalepsia que la alegría de ver aquello me ha propinado, he recortado el artículo y lo he puesto en mi corcho del despacho, un corcho en el que sólo se encuentran pinchadas las cosas verdaderamente importantes para mi y, sintiendo aún el ataque de amistad, he tenido una revelación...otro ataque, pero esta vez de valentía eliminando del corcho cosas que, por pena, por lástima o vaya usted a saber qué, no me atrevía a quitar...y, ha sido taaaaaaaaaaaaaaaaaan fácil que hasta me he asustado de la frialdad con que he quitado aquellas chinchetas, he tirado lo que ya me venía sobrando y lo he sustituido por ese relato corto que tan bonitos e intensos minutos me ha regalado.

Allí estará mañana cuando llegue al iglú de mi oficina, esperándome...pero no tengas miedo, no está solito, esta noche no va a dormir en una imprenta, esta noche soñará junto al discurso de Ana María Matute en el premio Cervantes...un lujo, a que si?. Pues aún así, me es imposible devolver la misma sensación que me ha provocado encontrar el relato y saber que estaba hecho con tanto amor, con tanta dedicación. Eso sí, la próxima vez avisa porque mi pequeño corazoncillo no está acostumbrado a estos ataques (al menos no hasta ahora)...y, entre tú y yo, "mancantao"...gracias, escritora. Un beso de una "escribiente" o "escribidora". 

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26 octubre 2011 3 26 /10 /octubre /2011 15:40

¿Cómo sería el paraíso para ti?, pregunta la periodista al vocalista de un grupo británico de renombre que presenta su último trabajo por España en el día de hoy...resopla...se lo piensa...reflexiona y termina diciendo un tópico dentro del discurso que, supongo, se ha preparado (parece que hay preguntas que son absolutamente previsibles): un sitio donde haya paz, donde no haya hambre, ni enfermedad, ni dolor...bla, bla, bla...pero, ¿tiene razón?, y mucha, al menos para mi.

Lo que ocurre es que nos parecen cosas tan inalcanzables que hasta podemos desconectar ante ellas, restando importancia a un deseo ambicioso, pero que por el hecho de ser elevado, ¿carece de valor?, no, en absoluto...sin embargo, lo inalcanzable lo eliminamos de nuestra lista de tareas, así no nos sentiremos frustrados de antemano pues sabemos que no lo vamos a conseguir; lo imposible se lo dejamos a los demás que nosotros ya tenemos bastante con sobrevivir dentro de nuestras posibilidades; lo impracticable se presenta tan lejano que mejor mirar hacia otro sitio, ojos que no ven, corazón que no siente...y nos quedamos tan tranquilos.

Imaginamos paraísos más de andar por casa, más terrenales, más nuestros y esas posibilidades mencionadas...pero es que también es válido y, sobre todo, sano!!!!.

Dentro de la escala de deseo, cabe de todo, ahí está lo realmente grandioso de la respuesta del vocalista y de la que daría yo misma que, a estas horas, me parecería un paraíso posar la cabecita en el brazo del sofá, hacerme una rosca con ayuda de esa mantita que todo lo cura y lograr un sueño que se me niega por norma y por ser tan cabezota. Los dos son deseos, los dos son paraísos y los dos son compatibles, no es necesario excluir ninguno, lo interesante es tener la capacidad de alojar ambos extremos y seguir soñando despiertos y, algunos afortunados, dormidos.

Tengan buena tarde y...bienvenido a mi Paradise.

 

 

 

 

http://www.youtube.com/watch?v=1G4isv_Fylg&ob=av2e

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  • : "Porque quien no inventa, no vive"(A.M.M.)...y, en muchas ocasiones, vivo para inventar o invento una vida.
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