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2 noviembre 2011 3 02 /11 /noviembre /2011 18:31

"¿Qué hora sería?", pensó mientras tanteaba con el pie hasta el borde de la cama buscando una temperatura diferente a la creada bajo el manto de plumas que la protegía del frío, activando su circulación dormida por la posición horizontal adoptada unas cinco horas antes.

Suspiró al tiempo que abría los ojos con desdén y muy pocas ganas esa mañana de resaca sentimental. Procuró averiguar la hora aproximada a juzgar por la luz que se colaba generosa por las escasas rendijas que mostraba la persina, pero nunca había sido buena con ese tipo de planteamientos espacio-tiempo.

Dudó si salir del cobijo creado por su edredón y ese estado febril que arrastraba desde el día anterior o quedarse un poco más disfrutando de aquella jornada inesperada sin despertador.

Su mente comenzó a cavilar entre las opciones posibles, poniendo en marcha el engranaje neuronal necesario para tomar una de las dos posibilidades existentes y en cuando se dio cuenta que ninguna le satisfacía, mientras jugueteaba con los dedos de los pies limitando el borde del colchón.

Pesaba una bruma densa en su cabeza, no sabía muy bien si por las pocas horas de sueño o la velocidad con la comenzaban a agolparse los recuerdos en su cabeza, cada vez más nítidos, más clarividentes. Se estremeció.

Recorrió la habitación con la mirada en un gesto instintivo de encontrar algo diferente, era una de sus manías más curiosas, buscar algo diferente e investigar sobre ello. Eso era lo que más le gustaba, los indicios, hecho que llevó a buen puerto dedicando todos sus esfuerzos a materializar esa obsesión y, así, se hizo policía.

Siempre supo que aquella era su vocación y la baturaleza o la genética, ayudó bastante a la consecución de esa meta pues podía asentir orgullosa que poseía una intuición difícil de explicar y efectiva como pocas, aquello del "sexto sentido".

Su paso por la academia de formación la encumbró de inmediato a la adquisión de responsabilidades impropias ara una novata, se defendió desde el principio contra los ataques de una jerarquía eminentemente masculina y que intentó hacerle la vida imposible a veces. Y es que junto a su intuición, se hallaba una fuerza sobrehumana para levantarse cuando le asestaban algún golpe.

Llevaba a cabo una carrera meteórica no ausente de elogios y palmadas en la espalda, aunque lo que más le satisfacía era la resolución de casos complicados, de ahí su aterrizaje en el departamento de homicidios donde mandaba, con ligereza, carpetas al archivo de "casos cerrados". Ahí se retroalimentaba de nuevo y renovaba la confianza perdida en esas investigaciones eternas que, en ocasiones se le atragantaban.

La última, sin ir más lejos, podría decirse, sin duda, que se le había ido de las manos, poco habitual.

Y eso era, precisamente, lo que le conmovió, si tenía pocas ganas de salir de su cueva particular, la sorpresa de una confesión y la incapacidad para materializarla según los cauces normales, la sobrecogieron.

Tenía uns tremenda experiencia laboral, unna habilidad innata que le confería seguridad, siempre tennía la impresión de que pocas cosas en esta vida le iban a sorprender.

Pasillo de lácteos del supermercado. Sentía una debilidad especial por los yogures, le encantaba observar las novedades en ese mundo y conocía a la perfección todos los formatos posibles, líquidos y cremosos, con o sin trocitos de fruta, cereales, frutos secos; desnatados o insultantes para dietas de adelgazamiento; enriquecidos o naturales, los de toda la vida, aquellos a los que echabas una generosa cucharada de azúcar que nunca se deshacía completamente, lo cual te permitía masticar los granitos rebeldes.

Tomó un envase novedoso y se topó con su mirada desde la zona de congelados, muy visitada por ella, central de sus reservas comestibles.

Era penetrante, posesiva, desafiante y tras unos segundos en los que creyó que habían pasado minutos, se centró en las nuevas unidades de yogur líquido que contaban con unos extraños sabores tropicales. La siguiente vez que se encontró con aquellos ojos, los tenía justo delante.

- ¿Te conozco?-.

- Lo dudo...-.

Y así, se puede decir que comenzaron los meses más felices de su vida. No era aficionada a las relaciones sentimentales, de hecho, eran demasiados los fracasos en su curriculum y muchos menos los momentos de sufrimiento por ellos. No es que fuera fría, es que no sabía amar gracias a la falta de tiempo, a la atención en su trabajo y a una infancia plagada de presiones y tensiones.

Sin embargo, aquel hombre había decidido rescatarla del naufragio sentimental crónico en el que se veía inmersa. Y lo único que hizo fue escucharla, entenderla y dejarla avanzar como buenamente quisiera, sin pedir explicaciones aunque las necesitara, sin obligarla a cosas que ella no estaba dispuesta a llevar a cabo o reforzándola en aquellas en las que se sentía fuerte. Pura psicología...pero psicología helada en realidad.

Al principio todo se le hacía un mundo. Andar por terrenos antiguamente fanganosos y que ahora se fueran solidificando poco a poco bajo sus pies, no dejaba de proveerle confianza y una sonrisa a diario.

Hacer lo habitual pero en este caso acompañada, cada vez le parecía menos raro y llegar incluso a desear esa compañía, ya le pareció de otro planeta.

El único punto negativo, por llamarlo de alguna forma, que tenían era a la hora de dar la cara como pareja. Es cierto que a ella aquello le causaba pavor, pero se había acostumbrado tanto a él que no le pareció muy descabellado cuando surgía la ocasión de asistir a algún evento, hacerlo con él. Pero, al igual que él procuró hacerla feliz en cada momento, le cambiaba el caracter cuando se planteaban este tipo de oportunidades que sólo se produjeron en presencia de algunos amigos suyos, nunca del entorno de ella.

Tampoco le dio demasiada importancia, la vida era bella a su lado e, incluso, en el trabajo le parecía todo mucho más claro, hasta aquel caso que tenían entre manos que no lograba descifrar y que, en otros momentos de su vida, hubiese llegado hasta enfermar tanto por la trama como el perfil del presunto asesino; aquello le hubiese obsesionado y, sin embargo, ahora, no se le aceleraban las pulsaciones, no sentía una rabia patológica y si se sentaba a hilar pruebas, indicios, noticias, informaciones pero desde la calma, la calma del amor, paradójico.

Un buen día, mientras veían una de esas series de televisión que tanto les gustaban, sonó el timbre de la puerta. Era rara la hora, pero mucho más la insistencia. Se asomó a la mirilla de la puerta y comprobó que era uno de sus compañeros, Mario, con el que mantenía mejor relación laboral desde que la sentimental fuera un desastre.

Abrió y tras un par de minutos de cuchicheos de tensión creciente, se le heló el corazón, palideció y sintió debilidad al punto de casi desvanecerse.

Mario intuyó cambios y consolidó su teoría de que ella teníe el corazón ocupado, ante las negativas sonrientes de su camarada. Fue por casualidad, pero los vio juntos paseando por las inmediaciones de sus respectivas casas, vivían muy cerca el uno del otro.

Hacía tiempo que no la amaba, pero la quería con locura y, lo que vio sin querer, hizo que, además de quererla, tuviera que protegerla. Ese punto de intuición se confirmó tan pronto como pudo acceder a ciertos archivos confidenciales.

Ella no cerró la puerta del todo y agradeció la complicidad adquirida en estos meses de enamoramiento voraz pues no tuvo más que aparecer frente a él y mirarle como había hecho meses antes desde el pasillo de lácteos.

Nunca sufrió un dolor tan inmenso, creía que mientras se sentaba, pues las piernas no le sostenían el cuerpo, se estaba muriendo por dentro agónica y lentamente.

Ella, imperturbable, infranqueable, pertinaz y eficaz; ella con su alabada y glorificada intuición, ella con galones de efectividad, de luz en las sombras; ella, precisamente ella, entre el llanto sin lágrimas y el miserable descenso al reino de la apatía y depresión, se hacía a misma martilleante pregunta una y otra vez, apaleando su alma, ¿cómo era posible que se hubiese enamorado de un asesino?.

El sinod de las esposas de Mario concluyó con su consciencia a medida que se acercaba a la cama testigo de todo lo contrario que ahora, fantasma, llevaba colgado del ánimo.

Se incorporó definitivamente...¿pesadilla o realidad?.

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Comentarios

K
<br /> Mi esfuerzo me cuesta, no te creas MJ...tú lo sabes mejor que nadie!!!!!.<br /> Besitos de buenos (ejem) días.<br /> <br /> <br />
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M
<br /> Hola, Korita linda<br /> <br /> Me alegra que por fin te hayas decidido a colgar uno de tus relatos. Como dice mi hermano cuando brindamos "Qué no se apague la luz"<br /> <br /> Besitos de buenas noches<br /> <br /> <br />
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K
<br /> No se sabe...misterio...pero, qué rápida eres!!!!!!!, joe, eso si que es sorpresivo!!!.<br /> Gracias, hermosura, es un lujo tenerte en mi casita en esta tarde desapacible.<br /> <br /> <br />
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F
<br /> Pesadilla como realidad, ¿No?<br /> <br /> Y, un estupendo (sorpresivo)relato También.<br /> <br /> Me ha gustado mucho, Kora.<br /> <br /> Besos<br /> <br /> <br />
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