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17 enero 2012 2 17 /01 /enero /2012 18:15

 

He tenido muchas maestras a lo largo de mi dilatada carrera estudiantil (que han sido años, no os creaís).

Cómo no recordar a Loli, en lo que antiguamente llamábamos Parvulitos. Corpulenta, enérgica pero con ese toque maternal de quien se ocupa de 33 bebés de 5-6 años.

Pilar, con su dulzura innata, con su hilo de voz que parecía un pajarito, con su mirada intensa y llena de amor. Se quedó embarazada (con mucho esfuerzo) y vivimos su gestación como un acontecimiento compartido por ella y sus 33 alumnos de apenas 7-8 años.

Charo, la anarquía hecha persona. Nos cogió en cuarto de la antigua EGB y empleamos mucho más tiempo en saber a qué se dedicaban nuestros padres y a la repostería que a los libros, pero supongo que eso también entra dentro de la formación de un niño.

Angelines, con aquellos ojos azules que se te clavaban como espadas cada vez que te preguntaba. Retarlos era imposible pero he de decir que, gracias a ella, pude amar la ciencia, los números. Era equilibrada, compartimental, extremadamente meticulosa...claro, era boticaria.

Mª Luz, inglés y acompañante fundamental en los exámenes de selectividad, creando un código para responder "yes" o "no" al test de su prueba.

Emma, la más astuta a pesar de sus años. Química y enamorada de su profesión como he visto pocas personas en este mundo. Crear sales, entender los electrones, comprender las disoluciones, explicar las moléculas...toda esa fiesta empezó con ella.

Elena y la química (apasionante) del carbono. Con sus "juguetes" para entender las tres dimensiones de los compuestos químicos. Partir de unas sustancias, echarles cositas y que aparezcan otras tras 4 horas de examen, por distintos caminos, creando medicamentos y amable, siempre amable en sus tutorías.

Rocío y su particular forma de entender la fisiología humana tras muchísimos años de docencia. Se le perdonaba, de alguna manera, su incipiente degeneración. Catedrática a la antigua usanza convencida de morir con las botas puestas.

Sara, la puntualidad y hacer que las cosas parezcan fáciles cuando el realidad, son un mundo.

Juana y la farmacología, lo más grande que he estudiado nunca. Lo más complejo de solventar también.

Las Conchas y sus despistes que me hicieron sudar ríos de sangre de manera injusta pero que me acercaron un poquito a lo que hoy es mi profesión. Años más tarde, nos reíamos de lo mal que lo había pasado por un error administrativo por el que había suspendido cuando en realidad, estaba más que aprobada. Última asignatura de la carrera, toda una experiencia.

Nines, mi hermana y la llave de mi profesión de por vida...

Sin embargo, por encima de todas ellas (algún día me pondré con ellos, lo prometo), hay una maestra o, mejor dicho, una MAESTRA (así, grande, bien grande), que resalta por encima de todas ellas: Toñi.

Toñi me enseñaba la materia que se me podía atragantar (que no era mucha, la verdad, porque era muy estudiosilla) y andaba siempre pendiente de las carencias que, un sistema educativo como el que estaba instaurado en mi colegio, eran más que evidentes. Aún recuerdo cuando bien mayor, se tiraba de los pelos cuando me dijo que si sabía conjugar el verbo "haber" y me quedé mirando y negando con la cabeza (craso error su pregunta porque a mi, en aquella tierna época, ya me estresó no saber hacer tal cosa).

Me infundió el amor por los libros como nadie, siempre me decía que para el resto de las cosas no, pero que para libros, tenía saldo ilimitado. Me corregía las faltas de ortografía enseñandome truquitos para que se me quedaran grabadas a fuego. Sonreía con mis cuentos (porque ya desde pequeña, una se daba a las letras), con mi actividad física, incluso, con mi poca vergüenza para hacer, en cualquier momento, un poquito el payaso.

Pero no sólo eso. Toñi velaba mis noches de fiebre altísima. Me envolvía en una manta y me llevaba al Hospital Niño Jesús a que aquellas enfermeras (que aún recuerdo que eran monjas), no les temblaba el pulso para meterme en una bañera con hielo y bajar aquella temperatura que me hacía delirar (hoy en día les hubiesen metido en la cárcel por atentar contra un posible shock térmico).

Se podía pasar horas hasta que conseguía que me comiera siquiera un pedazo de tortilla (una vez la engañé y de qué manera porque conseguí burlar su inspección de todas las noches, la de "abre la boca, levanta la lengua" y me dormí con un trocito de tortilla que podría haberme costado la vida), jugaba conmigo, me tejía preciosas prendas para las que nos pegábamos un buen paseo por el centro de Madrid hasta el Gato Negro, paraíso de las lanas al peso, celebraba mis cumpleaños con las interminables medias noches rellenas de foei-gras que, 3 semanas después, aún se comían (ella y mi padre!!!, jajaja), me mecía la noche del tímpano en la que casi me cargo a mi padre de la desesperación, durmió conmigo cuando creía que Superman vendría a por mi a través de mi ventana, me calmó la noche antes del campamento cuando me tropecé con la alfombra (la maldita alfombra que era un arma asesina sin duda...nunca más tuve alfombras) y creía que no podría ir al día siguiente de excursión merecida y deseada, me sacó de mi armario aquella noche de Reyes en la que se me vino encima (ya apuntaba maneras de escaladora y me subía a una balda para alcanzar algo), aquel armario que aquella noche cedió, se me vino encima y, milagrosamente, conseguí agazaparme entre el hueco de las perchas.

Lloró mis primeros amores, mis fracasos personales, mis pocas ganas de comer, mis noches sin dormir bien, mis decepciones...pero también mis triunfos, mis días de luz, mis noches de luna.

Hoy le han dado la noticia de que su jubilación es un hecho (lo cual es una gran noticia por estas cosas de las nuevas leyes, nuevos gobiernos, etc...la cosa no andaba muy clara) y, no es porque sea mi madre (que también) pero lo cierto es que maestra como ella, no creo que vaya a haber muchas en este mundo, por vocación y por amor inmenso en su interior. No pienses que se te acaba una etapa sin más, piensa que se te abre otra preciosa y, ante todo, ganada a pulso.

Ahora vas a tener todo el tiempo del mundo para hacer todo aquello que siempre has soñado pero, sobre todo te pido, que nunca, NUNCA, dejes de soñar...te quiero.

 

 

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Comentarios

K
Tienes razón, Pedro, esto no se hace...o, mejor dicho, se podría haber hecho mejor porque siempre hay que mejorar, día a día...pero no llores o, si lo haces, bajito, pequeño, se trata de palabras<br /> para sonreír, para estar alegres porque alguien te inspira y porque alguien las lee...te doy un pañuelito para que te las seques y ya estás dedicándome una sonrisita!!!!!
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K
Marinita, es muy complicado devolver lo que te han ido dando durante años en unas simples frases (sería injusto y dispar), pero cuando te sale algo así y puedes hacerlo, es imprescindible darle<br /> salida porque si no, te quemarías los dedos por no escribir. Gracias por tus palabras aunque te aseguro que sigo igual de chiquitina!!!!!, jajajajaja. Besitos.
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P
Menos mal que he leido primero y he escuchado luego la canción. Dos joyas en un diamante.
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P
Berta esto no se hace. Si le escribo yo así a mi madre, le da algo.Has debido escribir con el corazón del corazón.En fin, no mas lágrimas.<br /> Un besazo y otro a las personas que te han creado.
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M
Las palabras que has escrito tan llenas de afecto y cariño a tu madre te engrandecen.Se ha sentido muy feliz y yo tambien .besitos.Marina.
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