24 septiembre 2011
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" Tú y yo podremos pasear juntos bajo ese cielo estrellado", le miré, incrédula, y resoplé vaciando mi angustia y oxogenando mis ojeras testigo de mi decepción. Escruté aquella fría sala con la pena de mi involuntaria y recién estrenada soledad y musité "tú y yo podríamos haber hecho muchas cosas". El desánimo se instaló en mi y, cogiéndome la mano con la ternura de antaño, declaró "si miramos al cielo mientras paseamos, no parece que estemos en la cárcel". Mi sonrisa de cristal se rompió en mil pedazos.