Cuando un acto tapa el principal. Es decir, cuando te propones hacer algo y lo encumbras a lo más importante de la jornada, por lo que has luchado meses antes, en lo que has concentrado todas tus fuerzas y, por esos caprichosos detalles del destino, esa prioridad pasa al fondo del cubo de la basura. Queda eclipsada por una circunstancia de mucho más peso para la cual, a priori, no estabas preparada y que, sin embargo, su resolución es mucho más importante que la del plato principal del día.
Me sorprende (positivamente) como somos capaces de adaptarnos a las situaciones que no estaban reflejadas en el guión orquestado hasta el más ínfimo detalle. Cómo somos capaces de virar en un momento dado, dejando de lado aquello para lo que nos habíamos preparado y afrontando el nuevo problema con unos parámetros que ni siquiera llevabas encima.
Pero somos así. Mucho más flexibles de lo que creemos, aún los más cuadriculados se tienen que romper la cabeza para salir airosos de momentos que ni por asomo consideraban reales.
Me encanta esa adaptación y, sobre todo, me encanta cuando la misma se realiza con una sonrisa, sin perder la esperanza de ver la luz cuando se ha hecho de noche totalmente y con ese toque de humor que hace que un problema se convierta, sin varita y por arte de magia, en una experiencia-chascarrillo que contar a los más queridos.
Un beso y feliz lunes!!!!!