El blog de kora-opina

"¿De dónde sacas las historias para escribir?", me han preguntado más de una vez...de cualquier sitio, sinceramente, me fijo tanto en lo que me rodea que el simple hecho de ir a comprarme una coca-cola al super de enfrente del trabajo, se convierte en una inspiración constante y, la de hoy, es verdaderamente tierna.

En la cola para  pagar mis artículos y mientras observo en un espejo lo finita que me he vuelto por el frío otoñal (lo siento "Otoño", pero sigo en proceso de asimilación) que me mantiene replegada y encogida sobre mi misma, Puri sigue intentando vender los productos oferta del día con el desánimo de las 10 de la mañana, de la reiteración de la misma perorata casi con cada cliente y de esos calores que a su edad (la que intuyo que tiene) la mantienen en un vaivén de sensaciones que sólo las mujeres podemos intuir. "Su retirada del mercado" dice ella explicando a un señora que le ha dejado un abanico para quitarse los sofocos de encima mientras la misma, busca el montante para pagar su compra.

Puri se abanica con fruición, se estigmatiza el pecho a golpe de pai-pai y los mechones de pelo rubio que le cuelgan de su recogido informal, se levantan airosos al compás de la marea.

Se ajusta sus gafas de pasta modernas y moradas y nos encandila con el repiqueteo de sus múltiples pulseras al dar zumo de muñeca a su verano interno pues la señora se demora en pagar, recuerda que tiene los céntimos que a Puri "le vienen de perlas". Sonríe, me sonríe casi todas las mañanas y se percata que soy yo. "Hola rubita, hoy pareces una cucaracha", la colorterapia hoy ha decidido que no debíamos estar muy católicas porque luzco un total black de lo más deprimente, pero a ella eso no le llama la atención, "Estás muy delgadita, niña...pero eso tiene remedio, con la edad o te amojamas o te ajamonas...y yo llevo un ritmo que pronto los michelines van a empezar a tener vida propia" y golpeteo en el pecho con el abanico que, con todo el glamour del mundo, cierra y se lo devuelve a la señora que, contenta con la contribución al cambio del super, se va despidiéndose de Puri.

Me toca, mientras ella se recompone del paseo por la ventisca y me espeta "hoy tienes frío, eh?, lo veo en tu cara y en lo "encogía" que estás", "si, la verdad es que hace fresco" y, flamenca como ella sola, "pues si vieras el calor que tengo yo, chiquilla!!!!!!", al tiempo que pasa mi pequeña compra por el lector de códigos de barras. Para defender mi postura, le acerco mi mano para que compruebe que esa sensación, no sólo se aloja en mi cabeza. "Mira, toca" y Puri, que ya ha terminado de colocar mis cositas en una bolsa que, por ser la rubita, no se acuerda de cobrarme y se lo tengo que recordar "ay, preciosa, como tengo la cabeza!!!!", la coge entre sus manos y siento una oleada de ternura que hace que me recorra un tímido escalofrío por todo el cuerpo, como si las manos de Puri fueran fuego puro en esa mañana que, a mi, se me antojaba invernal. La suavidad de esas manos curtidas en distintas batallas, la calidez y el cariño con el que acoge las mías permite que, en fracciones de tiempo infinitesimales, Puri y yo conectemos y, sobre todo, sonría de forma diferente, como le sonríe una madre a una hija en esas situaciones, con amor...Puri perdió a una niña de mi edad hace mucho tiempo y, tras diferentes encuentros, siempre en la cinta transportadora de la compra, confesó su pena eterna y me adjudicó el recuerdo viviente de su pequeña "Purita" a la que hoy, instintivamente, le ha tomado las manos y le ha traspasado todo lo que la echa de menos.

Asi que, se hace más patente que nunca aquello de "por una sonrisa, un cielo".