19 enero 2012
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" Y no intentes escabullirte, que no te va a servir de nada. Sabes que me debes una sonrisa desde hace
tiempo”. Ana se quedó mirando sus ojos perdidos y le limpió la babilla que le caía por la comisura de los
labios. Aún se preguntaba en qué momento había dejado de reconocerla, en que instante atravesó la línea
divisoria entre el mundo real y el suyo fantástico paralelo. “Intentalo, mamá”. Ana le apretó las manos con
pasión esperando ese gesto que llegó tímido. La abrazó con fuerza y se fue sacudiéndose las lágrimas de
cada tarde mientras su madre miraba cómo se marchaba aquella persona desconocida pero muy amable.