24 mayo 2012
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Cuando, como cada tarde, regrese su padre y tenga todo dispuesto para terminar el día, otro día más en su ausencia involuntaria. Ningún avance, ninguna alternativa. Tan solo desea que, viviendo en su patológica nube, no sufra.
El autobus para en la puerta y le recibe con una sonrisa. Él también sonría. "Hola, mi amor", y le intenta dar un beso en los labios. "Papá, no soy mamá". Extrañado, desvía la mirada, olisquea el aire y sentencia, "que bien huele...sigues cocinando como cuando éramos novios", y se pierde en la oscuridad del pasillo.