En época de olimpismo, poco tiempo me resta para poder escribir, aunque eso no quita para que los sentimientos se encuentren a flor de piel.
Porque sé lo que se sufre cuando quieres y no puedes.
Porque sé lo que escuece esa última gota de sudor que resbala por la frente, se mete en el ojo y no permite que veas más allá de la meta, lejana, siempre lejana (como el viento, que siempre va en contra).
Porque sé la alegría por llegar, por arrasar contigo misma, por marcar el tiempo que te hace campeona, aunque no la absoluta, eso es para los extraterrestres, pero si la de tu universo particular.
Porque sé que el sacrificio tiene fruto pero que ante un fracaso, poco importan las palabras, solo te queda el proceso de digestión, difícil proceso de receta de ingredientes muy amargos.
Porque el deporte da vida, sin duda, a pesar de las lesiones, del cansancio, las agujetas, las ampollas, las heridas, la angustia de faltarte el resuello.
Quería rendir mi humilde homenaje a todos los que estos días se baten el cobre por tierras británicas. Es la cita más importante que un deportista puede tener por su periodicidad y lucha sin cuartel.
A los que aún no han debutado, mucha suerte, solo estar ahi es un privilegio. Y a los que ya están haciendo las maletas, que no se olviden de meter imágenes, gritos y aliento de vuelta a casa.
Traspasar la meta es empezar otra carrera.