“ Dejame que te cuente historias, porque tengo muchas y se me da muy bien relatarlas.
Dejame que te cuente la de la estación de Atocha, la de los castillos de Alcorcón, las de Cuenca y los centenares de pueblos en fiestas que he visitado, llevando la alegría y la música a muchos rincones, a mucha gente.
Dejame que te cuente la de los Beatles en aquella noche especial, la de mi juventud con algún altercado imprevisto y resuelto con la chispa de los pocos años de vida.
Dejamé que te cuente la de mis hijos, tan distintos mi Rober y mi Silvi, por los que he luchado para que no les faltara de nada.
Dejame que te cuente la de mi amor, eterno, sencillo, día a día construyendo, juntos hasta que la muerte nos separe.
Dejame que te cuente la de mis mañanas, con mis compañeros, los desayunos con humor, con retórica, con alguna discusión y muchas carcajadas prendidas de las esquinas de aquel edificio del cual, siempre, nos querían echar.
Dejame que te cuente mis poesías, mis recuerdos, mis bromas, mi sonrisa, mis melodías y mi empatía con cualquier ser humano, de cualquier condición y filosofía.
Pero, sobre todo, dejame que haga todo eso porque ahora…voy a tener todo el tiempo del mundo para seguir creando magia por el día y cuentos por la noche”.
Una sonrisa serena se les dibujó a los dos, como si se hubiesen comprendido totalmente, en mutua sintonía. El cálido ambiente fue de pronto interrumpido por un llanto. Pako y su nieto mayor se sobrecogieron al escucharlo y con rapidez, Pako se asomó a la cuna del más pequeño de sus nietos comprobando que se le había caído el chupete.
“Ah, por eso lloras, eh?”. Le ajustó el chupete y le puso la mano en la mejilla, susurrándole “para ti, también tengo historias, cuentos, magia y tiempo”.
Por siempre, feliz etapa, compañero. (Dedicado a mi compañero, amigo y "papá" Pako)